LA HORMONA OCITOCINA Es interesante conocerla por la importancia que tiene a nivel fisiológico en general, en las relaciones amorosas y particularmente en el vínculo madre-hijo.
Es un nonapéptido (molécula compleja formada por 9 aminoácidos). Se sintetiza en
el hipotálamo y se libera al torrente sanguíneo desde la hipófisis posterior. También se
sintetiza en el útero, el testículo y el corazón. Además es una hormona periférica, un
neurotransmisor y un neuromodulador a nivel del sistema nervioso central (SNC).
Los niveles plasmáticos de ocitocina aumentan progresivamente durante el
embarazo. Tendría una acción reguladora más que inductora en el parto.
Tanto la ocitocina como la vasopresina funcionan como hormonas periféricas y
como neurotransimisores y neuromoduladores en el SNC; son sintetizadas por las
neuronas magnocelulares y, en menor grado por las parvocelulares, en los núcleos
supraóptico, paraventricular y núcleos accesorios del hipotálamo, y conducidas por
transporte axoplasmático a la hipófisis donde son almacenadas y/o liberadas en el
En situaciones fisiológicas como la succión o el parto, que estimulan la
liberación de grandes cantidades de ocitocina, las células gliales, que normalmente
están interpuestas entre las neuronas ocitocinérgicas, se retraen permitiendo un
mayor contacto entre estas últimas. En esas condiciones las células secretoras
sincronizan su actividad eléctrica, generando un patrón de disparo que se correlaciona
con la liberación pulsátil del péptido ocitocina.
En mamíferos, tanto el número de neuronas ocitocinérgicas como la cantidad
de ocitocina en el hipotálamo es mayor en hembras que en machos. Además de su
conocido rol en el parto y la lactancia, en años recientes se ha descubierto que la
ocitocina está implicada en numerosas funciones centrales y periféricas, algunas de las
cuales no están aún totalmente esclarecidas.
En el SNC del ser humano los receptores de ocitocina fueron encontrados en
diversos núcleos cerebrales, lo que demuestra que tiene acciones a nivel central.
A nivel periférico se encontraron receptores de ocitocina y sus transcriptos en:
el miometrio, el amnios, el corion, el ovario, la glándula mamaria, el endotelio vascular
y los osteoblastos. En el cuerpo lúteo, el testículo, el epidídimo, la próstata y el timo se
hallaron receptores (el tipo no ARNm). Y finalmente se comprobó síntesis del
nonapéptido en: el amnios, el corion, la decidua, el ovario, el cuerpo lúteo, el testículo,
el epidídimo, la próstata, la glándula mamaria, el endotelio vascular, el timo, el
páncreas, la glándula adrenal y los osteoblastos. También se hallaron receptores de
ocitocina en varias líneas celulares estudiadas.
Pero la ocitocina no sólo facilita nuestra llegada a este mundo, sino que al parecer también tiene la capacidad de facilitar nuestra estadía en él. Así, aunque los
sitios en que se expresa tanto la hormona como sus receptores difieren en las distintas
especies, hay razones para pensar que en la especie humana, como en otras, la
ocitocina modula la respuesta al estrés y la conducta social, tanto en lo que se refiere
a las relaciones parentofiliales como a las relaciones entre pares.
Los niveles normales de ocitocina en plasma varían entre 10 y 100 fmol. Como
no cruza fácilmente la barrera hematoencefálica (sólo el 1-2 ‰ de una dosis dada
periféricamente pasa al SNC), no hay relación entre la liberación de ocitocina en la
sangre por la neurohipófisis y las variaciones en la concentraciones de ocitocina en el
líquido cefalorraquídeo (LCR). La estimulación periférica por la succión, la dilatación de
la vagina, etc., que provocan incremento de ocitocina en plasma, pueden no alterar la
concentración de ocitocina en el LCR. La estimulación eléctrica del núcleo
paraventricular aumenta el nivel de ocitocina en la sangre y dentro del LCR, mientras
la estimulación de la neurohipófisis sólo lo eleva en sangre. En el LCR, la ocitocina se
encuentra normalmente en concentraciones de 10-50 pmol y su vida media es mucho
más larga (28min) que en la sangre (1-2 min). En el LCR humano, pero no en plasma,
se ha encontrado un ritmo circadiano (a lo largo del día) en las concentraciones de
ocitocina con valores pico al mediodía.
Se ha demostrado que algunas proyecciones ocitocinérgicas participan en el
control de la respuesta respiratoria a diferentes estímulos como el parto u otro tipo de
La administración de ocitocina puede causar un descenso en el ritmo cardíaco
por la activación de mecanismos colinérgicos en el núcleo motor dorsal del vago.
También puede reducir la presión sanguínea y producir vasodilatación sobre todo en
En diversas especies de animales se ha comprobado que la ocitocina reduce la
presión arterial y el ritmo cardíaco. En los vasos umbilicales tiene una capacidad
vasoconstrictora mayor que la vasopresina, así que se piensa que es responsable de la
oclusión de esos vasos en el nacimiento.
Como las neuronas ocitocinérgicas se proyectan a la eminencia media, la
ocitocina es también liberada dentro del sistema portal hipotálamo-hipofisiario y podría
influir, por esa vía, sobre la producción de hormonas de la adenohipófisis; se ha
demostrado que la ocitocina puede estimular la secreción de prolactina y de hormona
luteinizante, promover o inhibir la liberación de hormona de crecimiento y en seres
humanos inhibir hormonas de la corteza suprarrenal.
Los genes de ocitocina y del receptor de ocitocina se expresan en el cúmulo de
células que rodea al ovocito; así que la ocitocina local puede participar en la
fertilización y desarrollo temprano del embrión humano.
En relación a la localización del sistema ocitocinérgico en el tracto reproductivo
masculino, el péptido ha sido identificado en los testículos de varias especies de
mamíferos, y un péptido similar en los testículos de pájaros y marsupiales; aunque con
diferente expresión según la especie. En el humano, el sistema completo parece estar
presente en los testículos, el epidídimo y la próstata. Los niveles testiculares de
ocitocina no son constantes sino que varían dependiendo del nivel de gonadotrofinas y
A la ocitocina testicular se le atribuye la regulación de la contractilidad de los
tubos seminíferos y la modulación de la esteroidogénesis. El péptido y sus receptores
han sido identificados predominantemente en las células de Leydig, las cuales impulsan
la espermatogénesis por medio de la secreción de testosterona. Aunque en el testículo
el andrógeno predominante es la testosterona, en el tracto reproductivo del macho, la
testosterona actúa como una prohormona y es convertida a su metabolito activo dihidrotestosterona por la enzima 5-reductasa. La ocitocina incrementa la actividad
de la 5-reductasa en los testículos y el epidídimo, y puede así tener un rol de
modulación del metabolismo de los esteroides en esos tejidos.
En la próstata la ocitocina se encuentra en concentraciones más altas que en el
plasma y puede aumentar la resistencia (tono) del tejido prostático del cobayo, la rata,
el perro y humano. Por eso se sugirió que la ocitocina está involucrada en la
contracción de la próstata y la expulsión de las secreciones prostáticas en la
Como se mencionó anteriormente otra de las acciones clásicamente asignadas a
la ocitocina es la eyección de leche desde la glándula mamaria. La estimulación de los
receptores táctiles durante la succión genera impulsos sensoriales que son
transmitidos desde los pezones a la médula espinal y luego a los núcleos supraóptico y
paraventricular del hipotálamo, donde se encuentran las neuronas ocitocinérgicas. Esas
neuronas producen estallidos de actividad sincronizada de alta frecuencia, cada uno de
los cuales conduce a una liberación masiva de ocitocina dentro de la corriente
sanguínea que la transporta a las mamas. Allí produce la contracción de las células
epiteliales en las paredes de los conductos lactíferos, cavidades y tejido alveolar. En
mujeres que amamantan, entre ½ y 1min después de que el bebé comienza a
succionar el pecho, la leche comienza a fluir. Este proceso también puede ser activado
por la estimulación genital, emocional o aun por estímulos visuales o auditivos (por ej.
Además, la presencia de ocitocina en conjunción con la continua salida de leche
es también requerida para la proliferación alveolar y el funcionamiento de la glándula
mamaria posparto. La densidad alveolar y la diferenciación de células del epitelio
mamario en el parto son similares en las ratas normales y en aquellas que carecen del gen de ocitocina; pero, dentro de las 12 horas después del parto, 2% de las células
alveolares en las ratas normales proliferaron, mientras que no se detectó proliferación
en las hembras deficientes en ocitocina.
A nivel central pequeñas cantidades de ocitocina producen hipertermia, sin
embargo, en grandes concentraciones puede tener un leve efecto antipirético. También
puede disminuir la temperatura de la piel por causar constricción de los vasos
subcutáneos, efecto éste inducido centralmente, mientras la ocitocina circulante puede
producir dilatación de esos vasos, como ocurre en los pezones y la piel que los rodea
en ratas que amamantan, para transferir calor de la madre a las crías.
En seres humanos, durante la hipoglucemia, aumentan los niveles plasmáticos
de ocitocina y ésta a su vez produce inicialmente un incremento de glucosa y glucagón
y a continuación uno de insulina y adrenalina. Esta respuesta está atenuada en
Se ha sugerido que las concentraciones de ocitocina encontradas en la glándula
adrenal podrían actuar inhibiendo la síntesis y liberación de cortisol en humanos.
La exposición a ocitocina durante el período postnatal puede producir
alteraciones en la fisiología y la conducta que persisten durante la adultez. La
influencia de la ocitocina se refleja en diversas áreas como la sensibilidad a los eventos
estresantes, la conducta alimentaria, la respuesta sexual, la disposición a prodigar
cuidados maternales, la conducta social, etc.
La reacción al estrés clásicamente descripta está asociada a una activación del
locus coeruleus, un núcleo noradrenérgico que controla el patrón biocomportamental
de lucha-huida aumentando el estado de vigilancia, atención y excitación. Se ha
sugerido que además aumenta el predominio del hemisferio izquierdo, asociado con la
dominancia social y la agresión (en comparación con la regulación emocional y la
eficiencia social promovida por el hemisferio derecho). También se produce un estado
de miedo e ira, favorecido por la liberación de hormona liberadora de corticotrofina
(GRH) y vasopresina en el núcleo paraventicular. Estos péptidos aumentan la actividad
del sistema simpático y estimulan la liberación de adrenocorticotrofina (ACTH) y
cortisol. Aumenta el flujo sanguíneo y se produce una vasocontricción generalizada,
que favorece al músculo esquelético, miocardio y cerebro cuyos vasos se dilatan,
mientras se contraen los vasos del riñón, del tracto gastrointestinal y de la piel,
además se eleva el ritmo cardíaco y la presión arterial. Alternativamente puede
presentarse una reacción de “congelamiento”, en la que la actividad cardiorrespiratoria
disminuye, aumenta la presión sanguínea y el tono muscular, generando una actitud
La exposición aguda al estrés induce un incremento de los niveles de ARNm de
ocitocina, la cual ejerce un potente efecto antiestrés que incluye la disminución en la
presión sanguínea, la supresión de la respuesta de la adrenocorticotrofina (ACTH) a su
hormona liberadora (CRH), la reducción de la síntesis de hormona liberadora de
corticotrofina y de los niveles de corticosterona y cortisona, y el incremento de la
insulina y la colecistoquinina. Tambiénpuede atenuar la ansiedad y la depresión como
En correspondencia las mujeres que amamantan tienen una respuesta reducida
al estrés. Durante la lactancia se modifican algunos rasgos de personalidad en
correlación con la liberación de ocitocina. Así, la cantidad de pulsos de ocitocina
liberados durante el amamantamiento se correlaciona positivamente con la cantidad de
leche eyectada y con una actitud de mayor interés por la interacción social, mientras
los niveles basales de ocitocina se correlacionan negativamente con los de ansiedad.
Además las mujeres con trastornos por angustia pueden experimentar un alivio de los
Numerosas investigaciones sugieren que las hormonas neurohipofisarias (OT y
AVP) en combinación con esteroides juegan un rol esencial en la organización de las
complejas conductas sociales, incluida la grupalidad, el cuidado parental, la conducta
sexual, el cuidado de la pareja y la agresión territorial. La ocitocina regula las
conductas agresivas y gregarias en varias especies.
El cuidado parental, la interacción social, la formación de pareja y la defensa
mutua constituyen conductas típicas de los mamíferos y han sido importantes para la
evolución satisfactoria de la especie. La función del amor y el vínculo social facilita la
reproducción, provee una sensación de seguridad y reduce la ansiedad y el estrés. Los
ratones de pradera altamente sociales usualmente forman relaciones monógamas de
largo tiempo y desarrollan una variedad de conductas gregarias tales como el cuidado
paternal y el incremento del contacto físico del uno con el otro. Estímulos sensoriales
como caricias, masajes o calidez asociados con una interacción social amistosa
estimulan la liberación de ocitocina e inducen un patrón de respuesta que involucra la
sedación, la relajación y la disminución de la actividad simpaticoadrenal. Es decir, la
liberación de ocitocina desde las neuronas parvocelulares en el núcleo paraventricular,
en respuesta a una estimulación sensorial agradable, integra este patrón de respuesta
Las numerosas acciones de la ocitocina han determinado que se la asocie con
diversos trastornos. Sus efectos ansiolíticos y analgésicos justificaron la investigación
de su posible rol en la fibromialgia. Su capacidad de reducir la actividad motora
repetitiva inducida por el estrés la ha vinculado al trastorno de ansiedad obsesivo
compulsivo. Su capacidad de promover una sensación de bienestar y apertura a la
interacción social han planteado un posible vínculo con la fobia social.
Con base en la reconocida participación de la ocitocina en el establecimiento de
la relación madre-hijo, también se estudia su papel en el autismo. En algunas
investigaciones se verificó que los niños autistas poseían niveles de ocitocina bajos en
relación con los controles, aunque presentaban altos niveles de una forma inmadura
del péptido, es decir de una forma extendida de ocitocina que no concluyó el proceso
de biosíntesis, lo que sugiere un posible fallo en la producción de alguna de la enzimas
Algunos casos de autismo han sido asociados con anomalías en el cromosoma
20, en el que se encuentra el gen que codifica la ocitocina y también un gen que
codifica a una de las enzimas que intervienen en su síntesis. Este último está alterado
en las personas que padecen el síndrome de Prader-Willi, quienes muestran una
importante reducción del número de neuronas ocitocinérgicas. Dado que entre sus
síntomas característicos se encuentra la hiperfagia (necesidad de comer en exceso) y
la obesidad y como la ocitocina participa en el control de la conducta alimentaria,
también se la investiga en relación con la obesidad.
Algunos investigadores han sugerido que la ocitocina juega un papel
organizador durante el desarrollo, responsable de una programación fisiológica y
conductual que perdura en la vida adulta. Por ejemplo, los niveles de ocitocina en el
período perinatal de los mamíferos pueden inducir efectos funcionales duraderos. Estos
cambios pueden influir en la actitud social del individuo, su grado de aprensividad, la
reactividad del eje hipotálamo-hipófiso-adrenal, el funcionamiento del sistema
reproductivo, cardiovascular, inmune, etc.
Aun el uso preventivo generalizado de la ocitocina en la inducción del parto
debería cuestionarse a causa de las consecuencias que podría tener en el desarrollo del
El espectacular desarrollo tecnológico y científico de nuestro tiempo, los
grandes adelantos logrados en Medicina y Bioquímica han instalado un paradigma que
reduce el papel de las ciencias de la salud a una tecnicatura en la administración de
drogas. Si realmente jerarquizamos el valor de la salud es necesario que le
devolvamos al arte de preservarla el papel privilegiado que se le otorgaba en las
culturas tribales, es decir, el de direccionar la organización social y cultural hacia su
promoción; y es necesario que se genere un conocimiento suficientemente sólido como
Si la conducta gregaria se desarrolló como una habilidad evolutiva al servicio de
la supervivencia, no es sorprendente que esté asociada a mecanismos fisiológicos
tendientes a mantener la salud como sugieren numerosos estudios epidemiológicos. La
ocitocina podría ser un elemento clave en esos mecanismos y sus efectos benéficos
pueden ser estimulados por vías naturales.
Las ciencias de la salud deben reconsiderar su rol social, y prescribir, además
de tratamientos farmacológicos, un diseño del tiempo y del espacio más adecuado a
las necesidades humanas. Es necesario proteger el vínculo temprano madre-hijo, crear
espacios que permitan el desarrollo de nuestras habilidades sociales.
Pensar la ocitocina -una molécula con una indiscutible presencia material, de
hecho la primera hormona peptídica que se pudo sintetizar- íntimamente asociada a
temas que fueron y son motivo de importantes especulaciones teóricas en Psicología
como las relaciones interpersonales y en especial la relación materno-filial, parece un
campo propicio para intentar construir un conocimiento unificado que en términos de
E. Morin: “no tendría ningún sentido, si fuera únicamente reduccionista, reduciendo al nivel más simple de organización los fenómenos de organización compleja; sería insípida si se hiciera efectiva envolviéndose en una generalidad omnipresente, como la palabra sistema. Sólo tiene sentido si es capaz de aprehender, al mismo tiempo, unidad y diversidad, continuidad y rupturas”, en la consideración de que: “la ciencia se ha vuelto ciega por su incapacidad de controlar, de prever, incluso concebir su rol social, por su incapacidad de integrar, articular, reflexionar sus propios conocimientos. Si efectivamente, el espíritu humano no puede aprehender el enorme conjunto del saber disciplinario, hace falta, entonces, cambiar, ya sea al espíritu humano, ya sea al
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Tiene efecto antiestrés; las madres que amamantan tienen una respuesta reducida al estrés. Atenúa la ansiedad y la depresión. Los animales que recibieron antagonistas de la ocitocina en la vida temprana muestran bajos niveles de conducta paternal y alta incidencia de ataque a las crías. Tiene efectos ansiolíticos y analgésicos. Promueve una sensación de bienestar y apertura a la interacción social. También, los efectos de la ocitocina pueden ser inesperados. Juega un rol organizador durante el desarrollo, responsable de una programación fisiológica y conductual que perdura en la vida adulta. El uso de la ocitocina durante el parto debería cuestionarse por las consecuencias que podría tener en el desarrollo del niño; en la madre los receptores se ocuparían por completo con la ocitocina artificial, y no podrían captar la propia. Al tomar el pecho el niño libera su propia ocitocina. La leche humana tiene altos niveles de ocitocina. Los vínculos de intimidad y contención aumentan la ocitocina y ésta atenúa la respuesta cardiovascular al estrés.
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