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61 histor Basadas en los seiscientos trece preceptos de la Torá M. Frankel EDITORIAL BNEI SHOLEM
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Taryag Tales 613 stories Based on the Taryag Mitzvos
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Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
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Un sentimiento de expectativa que cortaba el aliento
flotaba en la sinagoga central de Safed. Las mesas esta-ban cubiertas con manteles blancos; el salón parecía ar-der con la luz de las numerosas velas. Los hombres másgrandes de todo Eretz Israel estaban reunidos en uncuarto, esperando un suceso inminente que cambiaríala historia judía.
Rabí Iosef Karo, el autor del Shulján Aruj, estaba sen-
tado en la primera mesa, liderando la delegación de Sa-fed. A su izquierda se sentaban los más grandes líderesrabínicos de Tiberíades; otros sabios de la Torá habíanvenido de la distante Jebrón, y pequeños asentamientosdiseminados por toda la Tierra. El salón virtualmenteresplandecía con la grandeza de la Torá.
Un repentino silencio cayó cuando una figura entró al
salón. La santidad del hombre se reflejaba en sus no-bles facciones. No era otro que Rabí Iaacob Berav, elmentor de Rabí Iosef Karo y el líder de Torá reconoci-do de todo Eretz Israel.
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La expectativa se fue haciendo mayor mientras el
gran sabio se adelantaba. Este era el momento por elcual Rabí Iaacob Berav había estado trabajando poraños. ¡Por fin estaban listos para restaurar a la Torá asu anterior gloria y renovar la semijá (designación dejueces)!
La continua cadena de semijá —la designación directa
de jueces por aquellos a los que le había sido dada la semijá por jueces de la generación anterior —había durado desde Moshé Rabenu (nuestro maestro Moshé)hasta la cuarta generación de Amoraim (sabios del Talmud). En esa época, décadas después de la destruc-ción del segundo Bet Hamikdash, la semijá se perdió, yel poder del tribunal judío disminuyó. Sólo un juez alque se le había dado la semijá poseía la autoridad paraadministrar multas, convertirse en miembro del Sane-drín (Corte Suprema judía) y juzgar casos de pena capi-tal. Sin semijá, el Bet Din ya no tenía el poder de dic-taminar en tales casos.
De acuerdo con el gran Rambam, era posible renovar
la semijá bajo condiciones muy específicas. Si todos lossabios de la Torá de Eretz Israel estaban de acuerdo queuno de ellos era merecedor de la semijá, tenían el po-der de dar la semijá a ese líder de la Torá. Una vez quea ese Rab se le había otorgado la semijá a través de laautoridad de los sabios de la Torá de Eretz Israel, en-tonces él a su vez podría otorgar la semijá a los otros. El Bet Din recuperaría su poder original y aseguraríaque se aplicara la verdadera justicia de la Torá.
Rabí Iaacob Berav ansiaba ver al Bet Din restaurado
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en su anterior gloria. Ahora, él y todos los líderes de laTorá de Eretz Israel estaban listos para implementar eldictamen del Rambam y recrear la semijá.
Rabí Iaacob fue escoltado a la cabecera de la mesa y
se sentó. Uno de los sabios de la Torá de Tiberíades selevantó de su silla tomando un rollo de pergamino ensu mano. Era el ktav semijá (escrito de semijá).
El Rab leyó en voz alta el rollo, diciendo en una par-
te “… y por lo tanto hemos elegido al que es más gran-de en sabiduría y Torá, nuestro gran señor y maestro,Rabí Iaacob Berav… se le ha otorgado la semijá y quesirva como nuestro rosh ieshivá, y la autoridad final…y tendrá el poder de otorgar semijá a aquellos que seanmerecedores… y ellos poseerán para siempre la semijápara hacer lo que es bueno y correcto dentro de las le-yes de la Torá”.
En ese momento parecía inevitable que el gran sueño
de renovar la semijá, y con ello revivir los verdaderospoderes del Bet Din, se convertiría en realidad. El tri-bunal legal judío podría administrar azotes, imponermultas, y hasta juzgar casos de pena capital. ¡El Bet Dinretornaría a su gloria inicial, como lo definía la Torá!
Al fin, sin embargo, para profunda pena de Rab Iaa-
cob Berav, su sueño no se hizo realidad. El Rambam ha-bía estipulado que todos los sabios de la Torá de EretzIsrael debían estar de acuerdo en que un solo líder dela Torá recibiera la semijá. Cuando varios líderes de laTorá se opusieron al proyecto, Rabí Iaacob se dio cuen-ta que el plan de restaurar la semijá estaba condenadoal fracaso.
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“Hashem sabe que mis intenciones fueron en honor
al Cielo” dijo. Es más, su disgusto ante la oposición y elfracaso del proyecto de semijá, compelieron a Rabí Iaa-cob Berav a dejar Eretz Israel. Cuando dejaba las puer-tas de Safed, otorgó la semijá a los cuatro alumnos quelo acompañaban: Rabí Moshé Di Tirani, Rabí MoshéCordovero, Rabí Iosef Sagiyes y Rabí Iosef Karo.
Rabí Iosef Karo, quien pronto fuera reconocido como
el más destacado líder de la Torá en Eretz Israel, conti-nuó el camino de su Rebe y le otorgó la semijá a su dis-cípulo, Rabí Moshé Alshij. El último en recibir esta se-mijá fue Rabí Jaim Vital, el discípulo del santo Arizal. Después de esto la cadena de semijá se perdió; el BetDin no recuperará su verdadero poder hasta que llegueel Mashiaj y renueve otra vez la semijá. ¡Que esto ocu-rra rápidamente en nuestros días!
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Mientras el sol se elevaba por encima de las copas de
los árboles, una carroza tirada por dos briosos caballosvenía traqueteando por el polvoriento camino. La pequeña aldea se jactaba de su cómoda posada —la únicaen kilómetros. Si los viajeros querían interrumpir suviaje durante la noche, la posada era su único refugio.
El carruaje se detuvo en un limpio parador. El cochero
saltó de su pescante y habló con sus ilustres pasajeros. Dos figuras descendieron del carruaje: Rabí Aarón deKarlin, conocido como Rabí Aarón el Grande, y su fielasistente.
Cuando entraron a la posada, el posadero se adelan-
tó rápidamente. El hombre era un judío simple y ordi-nario, claramente complacido de tener huéspedes tanimportantes en su posada. Se adelantó para saludar-los.
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¡Y Rabí Aarón, dando un vistazo al rostro del hom-
bre, inmediatamente se dio vuelta y salió!
Su asistente no comprendía las acciones del Rebe, pe-
ro como siempre, no discutió. Siguió a Rabí Aarónmientras el tzadik se apuraba en volver al carruaje y su-bía a él. “Conduce” le dijo al cochero. “No podemospermanecer aquí esta noche”.
El posadero corrió tras ellos. Agitando los brazos.
“¡Espere, espere!” Jadeó. “¡Por favor, espere!”
El cochero miró a sus pasajeros, sin saber que hacer.
El carruaje ya había recorrido unos doscientos metrosdel camino; el posadero estaba trastabillando. Rabí Aa-rón asintió con la cabeza. “Detente” dijo “espéralo”.
El posadero llegó jadeando hasta el carruaje. Por un
tiempo se quedó parado allí, tratando de recuperar elaliento, mirando a Rabí Aarón.
“¿Qué quieres?” Preguntó al fin Rabí Aarón.
“Rebe” dijo el posadero con un temblor en la voz
“¿Y cuáles son tus pecados?” Preguntó Rabí Aarón.
El hombre comenzó a enumerar sus pecados, pero
Rabí Aarón sacudió la cabeza. Aunque ningún pecadoes trivial, una simple mirada al posadero le permitió sa-ber al tzadik que el hombre era culpable de pecados deuna magnitud más grande. Se inclinó hacia delante ytranquilamente le dijo al cochero. “Adelante. Rápido”.
El cochero azuzó a los caballos. La sobresaltada yun-
ta galopó hacia delante, dejando al posadero parado en
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una nube de polvo. Con un gemido el hombre comenzóa perseguir al carruaje nuevamente, gritando. “¡Detén-gase por favor! ¡Rebe espere!”
Rabí Aarón no dijo nada al cochero. El carruaje si-
guió su camino, dejando muy atrás al posadero. Al fin,cuando Rabí Aarón vio que el posadero ya no podíamás, nuevamente se inclinó hacia delante. “Alto” dijosuavemente.
El carruaje se detuvo. Rabí Aarón esperó mientras
que el posadero resoplando se acercaba a ellos. Cuandofinalmente el hombre alcanzó el carruaje, Rabí Aarónpreguntó nuevamente “¿Cuáles son tus pecados?”
“Perdóneme” rogó el hombre. “Ayúdeme a arrepen-
“Cuéntame tus pecados” repitió Rabí Aarón.
El hombre comenzó a relatar sus pecados, pero Rabí
Aarón levantó su mano para detenerlo. “No” dijo. “Hascometido pecados más grandes que esos”. Se volvió ha-cia el cochero. “Conduce” ordenó.
El carruaje reinició la marcha nuevamente. El posa-
dero lanzó un grito de desesperación y persiguió el ca-rruaje, pidiéndole a Rabí Aarón que se detuviera. RabíAarón no dijo nada, sólo le hizo gestos al cochero paraque continuara.
Al fin, cuando vio que las fuerzas del hombre estaban
fallando, Rabí Aarón le hizo una señal al cochero paraque se detuviera. Esperó en silencio hasta que el posa-dero se acercó tambaleándose al coche, su pecho dilata-
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Rabí Aarón miró severamente al hombre. “¿Bien?”
El posadero, dándose cuenta que las evasivas no lo
ayudarían, admitió finalmente la verdad. “Rebe” susu-rró “he cometido pecados por los que merezco karet(muerte a manos del cielo)”
Rabí Aarón lo miró. “Tú, como así también toda la
gente de la aldea, han pecado en gran medida” dijo alfin. “Tus pecados son de tal magnitud que la única ma-nera de ser perdonado es a través de tu muerte”.
El hombre lo miró con el rostro pálido.
“¿Estás dispuesto?” Preguntó Rabí Aarón. “Si tu
aceptas la muerte, serás perdonado”.
“¿De todo corazón?” Lo presionó Rabí Aarón. “¿Es-
tás completamente dispuesto a hacerlo?”
El hombre enderezó sus hombros. “Si” dijo nueva-
mente. Estaba dispuesto a ser muerto, si eso significa-ba el perdón para él.
“Muy bien”. Rabí Aarón le hizo un gesto a su asisten-
te. “Tengo conmigo el cuchillo de shojet (matarife ri-tual) con el que siempre viajo, para poder degollar ani-males para comer. Está en excelentes condiciones. Lousaré”.
El posadero temblaba violentamente, pero se domina-
ba y esperaba la muerte. Rabí Aarón puso una vendasobre sus ojos, luego ató las manos y pies del hombre.
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“Estamos listos para degollarte” dijo Rabí Aarón.
El hombre atado y con los ojos vendados inclinó su
cabeza, exponiendo su cuello al cuchillo para el degüello.
Podía oír claramente la voz de Rabí Aarón mientras
el tzadik recitaba la bendición previa al degüello…
Y luego el cacareo repentino de un pollo, y silencio.
¡Rabí Aarón había degollado a un pollo que tenía en supoder!
Rabí Aarón y su asistente desataron al hombre y lo
llevaron amablemente al carruaje, donde se derrumbósobre el asiento. Esperaron varios minutos hasta que elhombre aun shockeado, recuperó sus sentidos. El posa-dero no estaba muy seguro de estar aun vivo. La expec-tativa de ser degollado no se podía borrar fácilmente.
“Esta experiencia ha servido como expiación” dijo
Rabí Aarón. “Esta será entonces tu penitencia. Debesdejar tu hogar en la aldea y debes vagar lejos de aquí,dejando completamente el país. Una vez que estés en-tre extranjeros, deberás arrepentirte de tu conducta yretornar al camino de la Torá…”
Le habló mucho tiempo al posadero, castigándolo e
instruyéndolo acerca de cómo debe vivir un buen judío.
“Estarás en el exilio mucho tiempo” concluyó Rabí
Aarón. “Cuando escuches noticias de tu aldea, sabrásque tus pecados han sido perdonados, y podrás retornara tu país natal”.
El humilde hombre pidió permiso a Rabí Aarón y co-
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menzó su exilio. Viajó lejos, muy lejos de la aldea don-de había aprendido a comportarse tan mal. Eventual-mente arribó a un país distante, donde era un descono-cido.
Allí se encaminó a la sinagoga y comenzó a orar y re-
citar Tehilim (Salmos). Determinado a mejorar. La gen-te del pueblo miraba al pobre indigente con piedad, sa-biendo que no poseía otra cosa que la ropa que vestía. El antiguo posadero no le contó a nadie como habíaabandonado su hogar y viajado a un país extraño.
Años después, el pobre mendigo, ahora conocido co-
mo un hombre verdaderamente justo, vio a un viajerovestido con las ropas de su país natal. Ansiosamente seacercó a él y comenzó a interrogarlo acerca de la viejaaldea donde una vez había poseído una posada.
“¿Esa aldea?” Dijo el extranjero “He oído que allí es-
talló un incendio, no hace mucho. Ocurrió en medio dela noche; no se salvó ni una persona. No queda ni unalma viva de esa aldea”.
El indigente bajó la cabeza comprendiendo. Clara-
mente su arrepentimiento había sido a tiempo, y ahorasabía que Hashem por fin lo había perdonado.
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Cuando Rabí Ionatan Eibeshutz aun era un niño, era
muy conocido por su rápido ingenio y su mente aguda. Un Purim sus compañeros de estudios lo eligieron co-mo “Purim Rab” de la ieshivá. Se puso un sombrero ra-bínico, se pegó una barba blanca a la cara, y se enfun-dó en un largo abrigo que se arrastraba por el suelo. Enmedio de los aplausos y las risas generales, el jovencitofue sentado a la cabecera de la mesa y se le entregó uncertificado “oficial” que atestiguaba su designación co-mo “Purim Rab”.
Había un solo niño que no se unía a la alegría común.
El “Purim Rab” del año anterior estaba sentado en laparte trasera del salón, mirando al joven Ionatan conuna ardiente envidia. Estaba resentido con el jovencitopor haber usurpado su anterior cargo. ¡El tendría quehaber estado sentado allí, como centro de atención, noIonatan!
Con un impulso repentino, se adelantó.
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“¿Por qué nuestro “Purim Rab” no nos enseña un po-
co de Torá?” gritó “Estamos comenzando a estudiar Ba-vá Kamá (Uno de los tratados del Talmud). ¡Compañe-ros, sugiero que nuestro “Purim Rab” nos de una nue-va enseñanza de este tratado!”
Un repentino silencio cayó mientras los ojos se vol-
vían al nuevo “Purim Rab”. Recién ahora habían co-menzado a estudiar Bavá Kamá en la ieshivá. ¿PodríaIonatan responder al desafío?
“Tienes razón” Dijo rápidamente Ionatan. “Comen-
Los niños se inclinaron hacia delante, ansiosos de oír
palabras de Torá del joven “Purim Rab”.
“La mishná comienza: ‘Hay cuatro clases de daños: el
buey, el pozo…’. Estoy seguro que todos ustedes sabenlo que pregunta Tosafot: ¿Por qué la mishná no dice:‘Hen, Estas son las cuatro clases de daños? Después detodo, en otros lugares la mishná usa la palabra Hen,por ejemplo: “estas son las cuatro clases de Año Nuevo’,‘Estas son las cuatro clases de guardianes…’ ¿Por qué lamishná aquí no usa también la palabra Hen?
“La respuesta es muy simple” continuó el joven Ionatan.
“Jazal (nuestros sabios) nos han enseñado que si unbuey se vuelve salvaje, una persona puede calmar al animalgritando ‘¡Hen, Hen! Esto explica por qué la mishná nocomienza con Hen. Si dijera ‘Hen, Estos son’ entoncesel buey se calmaría inmediatamente, ¡y en principio nocausaría ningún tipo de daño!”
Los que estaban en el salón estallaron en risas ante
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esta ingeniosa porción de “Purim Torá”. Todos los estu-diantes aplaudieron la brillante explicación de su “Pu-rim Rab”. El jovencito que había esperado humillar aIonatan, en cambio se vio avergonzado, cuando se diocuenta que Ionatan Eibeshutz era más que merecedordel “honor” que se le había concedido.
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